Están integrados en parte por aquellas creencias familiares que nos han transmitido nuestros progenitores, mediante frases hechas, gestos, miradas o simplemente viéndolos desenvolverse.
Muchas veces recogen valores familiares que se incorporan a instrucciones para desenvolverse en la vida. Y lo común a todos ellos es que se graban de forma intensa en el niño/a ya que este los oye desde muy temprano.
Por definición no son buenos ni malos; pero son muy poderosos ya que al oírse a tan tierna edad influyen directamente en nuestras elecciones y a veces sin darnos cuenta escogen por nosotros.
Muchas veces son virtuosos e impulsan a los miembros de una familia a ser honestos, honrados y estudiosos; nada en principio podemos decir contra ellos más al contrario justificarlos y animarlos a que sean preservados.
- Así, por ejemplo:
– Hijo/a trata a los demás como te gustaría ser tratado.
– Se generoso con los necesitados.
– Se honrado en tu trabajo.
– Lucha honestamente por conseguir aquello que deseas.
– No tengas miedo a mostrar tus sentimientos.
– Trabajes en lo que trabajes, hazlo bien
– Intenta siempre ver cómo mejorar las cosas.
– Comprométete con los que te importan.
– Si ocupas un puesto de responsabilidad sé justo con todos.
– No tengas miedo de equivocarte.
– Se valiente para reconocer tus errores.
El problema está cuando esos principios no son tan abiertos y expansivos y limitan nuestra realización. Es decir, pueden chocar con lo que realmente queremos hacer y lo que es peor de todo llegamos a pensar que ellos son lo que realmente queremos.
Muchas veces tuvieron su razón de ser cuando nacieron y en algunos casos su misión era protegernos como niños/adolescentes que éramos; pero aun así lo que fue útil entonces probablemente ahora no lo es.
En este caso una de sus principales características es que actúan como freno a nuestra investigación interior y solapan nuestro autoconocimiento; es decir:
Nos dicen lo que es bueno y nos aportan ya la solución: (Por ejemplo, “busca un trabajo con prestigio, seguridad y que te permita vivir bien”).
Evitan que investiguemos sobre nosotros mismos, y que descubramos nuestros talentos; ya que la prioridad no es tanto que nos dediquemos a lo que nos gusta como que alcancemos una determinada posición o seguridad. (P. ejemplo: “Eso de la vocación son tonterías, cuando estudias una cosa te acaba gustando”).
No nos permiten preguntarnos sobre cuál es nuestra misión en la vida. Porque ese no es un tema importante, lo realmente prioritario en muchos casos es el Status, la seguridad la tradición familiar etc.
Esto hace que frecuentemente y aunque tengan una intención de fondo muy buena se conviertan a veces en una pesada losa para el que quiere saber cuál es su mejor camino en el mundo laboral.
- Ejemplos de dichos mandatos:
– Lo importante es tener un trabajo prestigioso y ganar mucho dinero.
– Lo mejor es hacer unas oposiciones y tener seguridad.
– Primero estudia una carrera y luego decide lo que quieras hacer.
– No defraudes a tus padres y haz unos estudios serios.
– Aunque no te atraiga al principio esa licenciatura seguro que con el esfuerzo te acabará gustando.
– Eso de la vocación son tonterías, cuando estudias una cosa te acaba gustando.
– No te fíes de nadie que no sea tu familia.
– No muestres tus sentimientos o parecerás débil.
– Las emociones son tonterías.
– Haz lo que dicen tus padres ellos saben lo que es bueno para ti.
– Antes que nada, está la familia. - Como ya hemos dicho se instalan poderosamente en nuestro interior y a menudo consiguen:
– Que creamos que eso es lo que realmente pensamos nosotros.
-Que surja un sentimiento de lealtad hacia el mismo sistema que nos aportó esos mandatos de tal manera que si no los seguimos sentimos que estamos traicionando a nuestros padres, hermanos mayores, creencias familiares etc.
-Que nos sintamos muy inseguros si no los seguimos porque:
Por una parte, nos alejamos del sistema de creencias familiares y de esa sensación de sentirnos bien que nos aporta el hacer aquello que se espera de nosotros.
Por otra no vamos a tener el apoyo incondicional y la comprensión hacia los posibles errores que tengamos en ese camino.
En otros casos tendremos una sensación elevada de culpabilidad.
Y lo peor de todo es que muchas veces no seremos conscientes de estos mandatos; creeremos que esa es nuestra forma de pensar y posiblemente sólo después de largo tiempo cuando nos preguntemos porque somos lentos en nuestro trabajo, o porque no nos sentimos realizados empezaremos a cuestionar muchas de las elecciones realizadas.
En un principio, lo más importante es identificarlos y posteriormente, ya veremos como gestionarlos.