Frecuentemente algunos de mis clientes al hablarme de sus miedos citan como uno de los más importantes el miedo al fracaso.
Lo dibujan ciertamente como un monstruo grande, amenazante y con infinidad de dientes que está esperando a que den un paso en falso para abalanzarse sobre ellos.
No estoy hablando de clientes «débiles» o con poca fuerza para solucionar problemas; por el contrario, en muchos de los casos son potencialmente brillantes, inteligentes y con una gran capacidad de sacrificio.
Quizás ahí radica el origen de su problema, “en esa gran capacidad de sacrificio”. Están habituados a marcarse metas y darlo todo para conseguir sus objetivos, pero aún poniendo todo su esfuerzo, voluntad y conocimientos no tienen la seguridad del logro. Hay cosas que se escapan a su control y eso no lo llevan nada bien.
En bastantes de los casos son personas con una autoestima condicionada a la valoración de los demás; es decir si los demás los consideran exitosos ellos se encuentran satisfechos y orgullosos de sí mismos; por el contrario, si los ningunean piensan que no tienen derecho ni a existir.
Frecuentemente están educadas en la cultura del cumplimiento del deber de tal manera que consideran que no se merecen un descanso hasta que este se haya cumplido.
Éxito, sacrificio, opinión de los demás y deber son conceptos muy familiares para ellos y de su cumplimiento dependerá el que se permitan ser felices.
La mayoría de los conceptos importantes para ellos están dirigidos hacia fuera, muy pocos hacia dentro, de tal manera que parece que su misión principal en la vida es:
- Cumplir con:
- Deber hacer aquello:
- Quedar bien con:
- Sacrificarme por:
- Satisfacer las expectativas de:
Su valoración, su justificación de existir y su autorización para ser felices dependerán en gran medida de los demás. Son vulnerables a todos los cambios atmosféricos y climatológicos precisamente por depender y adaptarse a todo lo que sucede sobre la superficie, pero no estar anclados a ningún lugar.
Sin embargo, disponen de valores, opinión propia y justificación filosófica del sentido de su existencia.
Aunque no sean conscientes intuyen a que actividades les gustaría dedicarse, cuáles son sus placeres ocultos y que es lo que les ilusiona por encima de todo.
La diferencia está en que se encuentran tras una capa de obligación, sacrificio, y quedar bien. No han dejado crecer ni desarrollarse a sus valores e ilusiones; éstos son constantemente ninguneados y cuando alguno de ellos se atreve tímidamente a dar señales de vida es rápidamente ocultado con la frase de esto no es importante son tonterías.
Su identidad propia de esta manera no ha llegado a desarrollarse ni anclarse en tierra; no ha tenido su espacio ni su momento y como tal no ha podido exhibirse ante los demás, que en gran parte la desconocen.
No es pues extraño que quieran tenerlo todo controlado, previsto; porque saben que son muy vulnerables y que cualquier fenómeno meteorológico les puede barrer y ante eso la única alternativa es prever todo lo que pueda pasar para saber dónde guarecerse cuando ocurra.
Pero ahí no se acaba todo ya que el mismo temor al fracaso hace que frecuentemente no se atrevan a tomar decisiones que por ser arriesgadas no son menos necesarias. El miedo a alejarse de la zona segura de tormentas y sucesos imprevistos hace que su crecimiento se vea interrumpido y su posibilidad de brillar anuladas.
Por eso para ellos el fracaso se convierte en ese monstruo terrible con una hilera de dientes en continua rotación; porque después del fracaso y al estar ellos siempre dirigidos hacia fuera no queda nada, solo el vacío, un vacío que será devorado por el monstruo.
Aunque hasta ahora el relato haya sido triste y oscurantista; el final de esta historia puede tener un final feliz y esto por muchas razones, así:
- Nos encontramos con un cliente potencialmente fuerte, habituado al sacrificio en la consecución de metas y disciplinado en la aplicación del esfuerzo. ¿Porque no aplicar estas cualidades precisamente en la búsqueda de un cambio consigo mismo? Ahora la meta ya no está fuera, está en llegar a ser fiel con uno mismo.
- Podemos en un principio aprovechar esa inercia que tiene al cumplimiento del deber orientándola también hacia uno mismo. Así efectivamente “debes reconocerte, sentirte, desarrollarte”. Intentaremos que esa estructura no sólo se dirija hacia los demás sino también y en parte importante hacia uno mismo. Este reconocer también parcialmente las soluciones adoptadas en un pasado han de evitar que el cliente se sienta desnudo y perdido.
Cuantas veces como profesionales nos hemos quejado porque nuestros clientes no persistían en su deseo de cambio o porque no le habíamos sabido transmitir suficiente motivación; aquí por el contrario y si sabemos comunicar el cambio de objetivo tenemos a un valiente habituado a perseguir sus metas. Se trata como establecían las artes marciales de aprovechar el mismo ímpetu del adversario.
Es especialmente importante en estos casos el acompañamiento que como profesionales realizamos en el cambio; máxime cuando en muchos casos nos podemos convertir en un punto de referencia importante en el que apoyarse cuando empiecen a modificar esas estructuras en las que se han apoyado durante tanto tiempo.
Por esto creo que en estos casos como en muchos otros casos y aunque la demanda tenga un origen laboral (P. ejemplo siente que duda demasiado sobre lo realizado o es muy lento porque todo lo revisa) puede ser especialmente interesante trabajar codo con codo con un psicoterapeuta y sobre todo en aquellos casos en los que se puedan entrar en terrenos pantanosos de tipo familiar, identitarios etc. que superen el ámbito laboral.